Sin frío no hay calor que nos arrope.

A menudo nos preguntamos porqué los malos momentos existen. Deseamos vivir eternamente en los mejores momentos de nuestras vidas.

Eso demuestra -una vez más- que la ignorancia es un componente fijo en el ser humano. Resulta difícil de explicar.

Los buenos y los malos momentos van de la mano. ¿Cómo diferenciaríamos los buenos y los malos momentos sin éstos últimos? sería imposible, todo sería algo llano y monótono. Las vacaciones son maravillosas porque es el periodo del año que disponemos de tiempo para nosotros, si estuviésemos todo el año de vacaciones alguna vez acabaríamos aburriéndonos. Lo que principalmente caracteriza a los buenos momentos es su propia escasez. No habría días soleados sin días grises, no habría amigos si no hubiera malos momentos que superar y por tanto buenos momentos para celebrar los baches ya superados y los que quedan por superar. Sin frío no habría un calor que nos arropase. Sin claro no habría oscuro, porque en la esencia de lo oscuro está en lo claro. Sin Madrid no habría Barça y sin Barça no habría Madrid, aunque éste último esté muy por encima. Sin amigos no habría enemigos, sin dulce no habría salado. No existiría la timidez si nadie fuera extrovertido, no habría valientes si el miedo no existiera.

Esto trae también consecuencias, consecuencias que tienen que ver con la persona, con la manera de ser. Cuando los buenos momentos se aglutinan en una edad temprana, y a medida que pasa el tiempo estos momentos se suceden pero cada vez menos, es entonces cuando se forma la denominada melancolía. Hay veces que pienso que el pasado y el futuro se inventaron sólo para distraer el presente. Tranquilos si vienen curvas, agárrate fuerte y disfruta del paisaje. Da igual lo que digan, importa lo que has sido, eres y serás.

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