Lo único que hay imposible que hay es olvidar la época en la que uno mismo caminó sobre una superficie en la que todos los demás están acostumbrados a arrastrarse.
Mentes privilegiadas que flotan a otros niveles que nos hacen ver la realidad que la templanza suficiente que nos aleja de los extremismos y de impetuosas y patéticas explosiones de rabia, orgullo y temperamento.
A todos ellos también hubo alguien que intentó pararles los pies y todos ellos están en paradero desconocido.
Sus logros se han basado en una continua perseverancia que les recordaba cada segundo que pasaba quienes eran y cual era su manera de hacer las cosas. Tan brillantes eran, que sabían cuando la situación requería humor, cuando había que ser flexible y cuando había que ser tajantes y serios. Saben escuchar y mienten para decir una verdad que muchas veces los demás seres, los corrientes, nos negamos a ver.
Acudimos a ellos tras un fracaso y con su mirada inspiradora y repleta de confianza recobramos las energías para un nuevo intento. Todos confían en estas personas. Cuando fallan son tan elegantes que no importa a nadie.
No son dramáticos, ni presumidos, al revés, son agradecidos, comprometidos.
Cuando nos sentimos desprotegidos pensamos en ellos, decimos ojalá estén aquí. Son motivadores expertos, que ven en cada acción una oportunidad infinita.
Mi objetivo es, desde no hace mucho, convertirme en uno de esas mentes privilegiadas. Porque siempre he soñado en hacer a la suerte a un lado, en abrirme paso yo, en escribir yo mi historia. Los que pelean con la esperanza de ganar están destinados a perder, y esos mismos son los que hablan de un destino preestablecido, de suerte, de amuletos, de historias en vinagre. Sólo quiero ser yo el culpable de mis errores y el responsable de mis éxitos. Sólo quiero ser yo quien trace la línea que me guíe...No quiero excusas ni pamplinas...porque la mediocridad hace grande a todos aquellos que un día decidieron confiar en sí mismos.
Nada más...
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